martes, 12 de noviembre de 2013

Personalidad y Salud

Es habitual en primera consulta clínica de psicología la referencia a problemas de salud física (de tipo digestivo, dolor de cabeza e insomnio entre las más frecuentes), y que el médico ha considerado de origen psicosomático como el motivo fundamental de valoración psicológica y psicoterapia. La ausencia de biomarcadores o indicios de enfermedad en las distintas pruebas diagnósticas utilizadas por el médico y la falta de respuesta deseable al tratamiento farmacológico prescrito lleva a considerar la presencia de factores psicológicos que intervengan en el origen y/o mantenimiento de dichas alteraciones digestivas, cardiovasculares o respiratorias.

En estos casos, y tras una primera valoración psicológica, es frecuente detectar crisis de angustia subclínicas (recurrentes y de intensidad o duración discreta que no alcanza a cumplir la visita al servicio de Urgencias del Hospital más próximo), abuso puntual y de curso insidioso de sustancias tóxicas, episodios de ansiedad de tipo obsesivo compulsivo que no impiden hacer vida normal, estados distímicos ajenos a reacciones desadaptativas (depresión leve) y/o irritabilidad descargada en el ámbito familiar-conyugal o contra uno mismo.
Sorprende aún más que un abordaje psicoterapéutico inmediato centrado en dicho episodio agudo, dirigido a la propia clínica observada, no ofrezca mayor satisfacción en el paciente que las consultas realizadas hasta ese momento.



Hasta que, una valoración más exhaustiva, centrada en el persona, que incluye un estudio de la Personalidad y hábitos cognitivo conductuales adquiridos durante la pubertad y adolescencia, detecta en la gran mayoría de estas ocasiones un estilo de respuesta Pasivo Ambivalente que revela una explicación para el malestar indicado:
  1. Baja Autoestima
  2. Necesidad de Aprobación
  3. Déficit Asertivo
  4. Inseguridad
  5. Insaciabilidad de Presencia
Un patrón de pensamientos y conductas arraigado desde el inicio de la edad adulta, sentido como realista en base a la repetición continuada de hábitos y/o sostenido por evitación de la confrontación (miedo) que nos hiciera obtener consecuencias en contra y una larga rumiación de sentimientos, emociones e ideas que finalmente llevan a justificar dicha conducta disfuncional, permiten el mantenimiento del Malestar. Esto es, la ausencia de una respuesta asertiva a un requerimiento personal o social y en sustitución una pretendida respuesta adaptativa, complaciente, amable y al gusto del interlocutor o grupo de referencia social. Seguramente, en el convencimiento de que esa respuesta será sostenida sin esfuerzo el resto de la vida, y en evitación del temor adquirido al rechazo de una respuesta autónoma y realmente sostenible.

La solución: tras su detección, la toma de conciencia de los hábitos de pensamiento y conducta implicados, bien indicados por el/la psicólogo/a, bien producto de nuestra propia reflexión. Tarea ésta relativamente sencilla.
Lo complicado, salirse de la zona de confort creada, superar el vértigo al cambio de conducta y asumir un nuevo rol, el auténtico. Muchas veces con escaso refuerzo por parte de las personas de nuestro entorno. A veces, un día especial, un cumpleaños, una noche vieja, una experiencia vital significativa, etc. nos posicionan frente al rol deseado. Si es asociado a contingencias positivas estaremos aumentando las posibilidades de sostener y hacer durar en el tiempo un estilo de respuesta social y de interacción satisfactorio, hasta hacerlo fluir y, con el tiempo, se convierta en una faceta personal autosostenible.